“¿Cómo ha hecho esta familia para cultivar el orgullo familiar, preservando familia, empresa y patrimonio?” Esta pregunta se la formulamos a Sebastián, orgulloso miembro de una tradicional empresa familiar que actualizaba su Protocolo Familiar. Nos contó que en su familia existe una antigua tradición consistente en las noches de fogata e historias, instituidas por los abuelos fundadores de la empresa familiar. “Nos reunimos alrededor del fuego, traemos sucesos gratos que han pasado desde la última vez, disfrutamos lo que cada uno quiere compartir -de comida y bebida- y alguien trae la historia de la noche”.

Sebastián destacó una de esas sesiones que lo marcó mucho y que sucedió cuando “aquella vez le correspondió a mi abuelo, quien con su voz grave y mirada que recorría con cariño y orgullo a los asistentes -con pausas mayores en sus nietos- comenzó a narrar las aventuras de la familia y la empresa familiar, construidas a lo largo de estas generaciones, usando una expresión que nos emocionó mucho a los más pequeños: nuestro clan”.
Mientras el crepitar del fuego y el aroma de la madera quemada creaban un ambiente mágico, “el abuelo comenzaba su relato de La Odisea; escuchamos cómo este héroe de la mitología griega tuvo que enfrentar numerosos obstáculos y peligros para regresar a su hogar después de la Guerra de Troya. Las hazañas de Odiseo, sus encuentros con criaturas mágicas y los desafíos que superó, nos cautivaron a los más jóvenes y sembraron expectativa en todos los otros, según me contaron luego”.
La Odisea del patrimonio familiar
El abuelo relató cómo Odiseo y sus hombres tuvieron que sortear los embates de los Cicones, los Lotófagos y el temible Polifemo, el cíclope que los capturó en su cueva. “De la misma manera -continuó el abuelo-, nuestra familia ha tenido que idear planes ingeniosos, así como Odiseo, el astuto rey de Ítaca, para sortear numerosos obstáculos para regresar a nuestro hogar y mantener a salvo lo que con tanto esfuerzo hemos construido”:
“Cuando me hice cargo de esta empresa, me sentí como Odiseo, el héroe griego que debía regresar a su hogar, Ítaca, después de la guerra de Troya. Sabía que el camino no sería fácil, que habría peligros y obstáculos que sortear antes de llegar a buen puerto.
El Sabio Mentor. Al igual que Odiseo, tuve que consultar a un sabio mentor, alguien que pudiera guiarme a través de los retos que se me presentaban. Encontré a ese consejero en un viejo amigo de la familia, un hombre con décadas de experiencia en los negocios, que se convirtió en mi Tiresias particular. Él me advirtió sobre los peligros que me acechaban, comparándolos con los monstruos Escila y Caribdis del relato mítico. 'Tendrás que pasar por un estrecho canal -me dijo-, custodiado por riesgos y amenazas que pueden devorar tu empresa como Escila devora a los marineros. Y deberás evitar también el remolino gigante de Caribdis, que puede tragarse tu negocio entero.'
Los Cicones. Nos contaba el abuelo que la primera parada de Odiseo fue en la tierra de los Cicones. Allí, a pesar de vencer a los habitantes de la ciudad de Ismaro, los Cicones contraatacaron y Odiseo perdió a varios de sus hombres antes de poder escapar. De manera similar, nuestra familia también ha tenido que sortear los embates de adversarios que han buscado derribarnos, pero hemos logrado perseverar gracias a nuestra determinación.
Los Lotófagos. Posteriormente mencionó que Odiseo y sus hombres llegaron a la isla de los Lotófagos, donde algunos de ellos comieron la flor de loto y olvidaron su deseo de regresar a casa. Odiseo tuvo que rescatarlos y sacarlos de esa isla, pues de haber sucumbido al olvido, jamás habrían podido continuar su viaje.
El Dios del Viento. Más adelante, Odiseo y sus hombres visitaron al dios del viento, Eolo, quien les entregó una bolsa que contenía todos los vientos, excepto el que los llevaría de vuelta a Ítaca. Pero los curiosos marineros de Odiseo, pensando que la bolsa guardaba tesoros, la abrieron, liberando los vientos y alejándolos aún más de su hogar. De la misma manera, en nuestro camino, hemos tenido que aprender a resistir la tentación de desviar nuestros esfuerzos hacia objetivos que nos alejarían de nuestro propósito familiar.
El Rey de los Titanes. Y el abuelo recordó ese encuentro con este poderoso rey, quien acumulaba su riqueza y nos enseñó a hacerlo equivocadamente, adquiriendo todas nuestras propiedades a título personal, concentrando así el riesgo al no separar nuestros activos personales de los operacionales, lo cual nos hizo adoptar esquemas para aminorar estos impactos.
El Mago de las Fronteras. En algún momento del viaje, se presentó el encuentro con este gran Mago, que nos enseñó revisar la práctica de atesorar bienes en el exterior, sin estudiar las implicaciones sucesorales y fiscales que genera el ostentar la titularidad de activos en países diferentes a Colombia, lo que nos llevó a normalizar y poner en orden estas situaciones.
Los Poderosos Acreedores. También se viene a mi memoria, esos encuentros con los más poderosos y temibles acreedores, quienes nos apoyaron en los momentos que más necesitábamos, pero ante los cuales debimos aceptar una muy frágil posición y convertirnos en deudores, codeudores, fiadores o avalistas para así respaldar importantes compromisos empresariales o de índole comercial.
Las Sirenas del Endeudamiento. Recuerdo aquella vez que nuestro barco familiar se vio atraído por el canto hipnotizante de las Sirenas del Endeudamiento. Sus voces prometían riquezas y placeres efímeros, pero de haber sucumbido a sus encantos, nos habrían estrellado contra los acantilados de la ruina financiera. Tuvimos que taponarnos los oídos y remar con todas nuestras fuerzas para escapar de su peligroso influjo.
Esas Sirenas eran embaucadoras y seductoras. Nos tentaban con tarjetas de crédito de altos límites, préstamos "fáciles" y planes de financiamiento que parecían la solución a todos nuestros problemas. Pero sabíamos que, de ceder a sus cantos, terminaríamos hundiéndonos en un abismo de deudas del que sería casi imposible escapar. Fue una batalla constante, donde tuvimos que mantener la cordura y la disciplina para no desviarnos de nuestro rumbo.
El Cíclope de los Impuestos. En otra ocasión nos topamos con el terrible Cíclope de los Impuestos, cuyo ojo voraz amenazaba con devorar gran parte de nuestro patrimonio al no saciarse con lo que debíamos pagar y así lo hacíamos, sino buscando todo tipo de dificultades para desconocer la realidad y sancionarnos.
Ese Cíclope era implacable y codicioso. Nos acechaba con sus leyes y regulaciones, exigiendo cada vez más de nuestras ganancias. Parecía que nunca teníamos suficiente para satisfacer su apetito insaciable. Fue entonces cuando entendimos que debíamos contar con los mejores asesores fiscales, aquellos que pudieran guiarnos a través de los intrincados laberintos de la burocracia y encontrar formas legítimas de optimizar nuestra carga tributaria.
Los Pretendientes de la Sucesión. Y no puedo olvidar aquella vez que, al regresar a nuestro hogar en Ítaca, encontramos a un grupo de Pretendientes que querían apoderarse del negocio familiar. Eran hombres ambiciosos y desleales, que buscaban dividir a nuestra familia y quedarse con lo que por derecho nos pertenecía. Tuvimos que utilizar toda nuestra astucia y valentía para expulsarlos y mantener unido nuestro patrimonio.
Esos Pretendientes eran una plaga. Intentaron socavar nuestra unidad, sembrando discordia entre nosotros e incluso seduciendo a alguno de mis hijos con promesas de una parte del botín. Fue una lucha ardua, llena de engaños y traiciones, pero logramos prevalecer gracias a la determinación de nuestra familia y nuestra inquebrantable lealtad al legado que nuestros antepasados nos habían confiado.
Afrodita. La diosa del amor también ha sido parte de nuestro camino, y gracias a ella, aprendimos que, quitando todo tipo de interés al amor, hay figuras que permiten cumplir este propósito, como lo es la suscripción de capitulaciones matrimoniales o maritales.
La Telaraña de la Burocracia. Pero no todo ha sido aventura y heroísmo. En nuestro viaje también hemos tenido que enfrentar la Telaraña de la Burocracia, con sus trámites interminables y sus laberintos legales. Hemos tenido que navegar con cautela por esos mares, utilizando nuestros mejores abogados y contadores para sortear los obstáculos y mantener a flote nuestro patrimonio.
Esa Telaraña era tan enmarañada y compleja, que en más de una ocasión nos sentimos abrumados y a punto de naufragar. Tuvimos que aprender a negociar con funcionarios, a interpretar contratos y a mantenernos al día con los cambios regulatorios. Fue un desafío constante, pero gracias a la perseverancia y el conocimiento de nuestros asesores, logramos navegar a través de esas aguas turbulentas.
El Regreso a Ítaca. Y finalmente, después de sortear tantos peligros, logramos regresar a nuestro hogar en Ítaca, donde nuestro legado familiar se encontraba a salvo. Fue un momento de gran alegría y alivio, pero también de reflexión. Comprendimos que el viaje no había terminado, pues ahora debíamos asegurar que nuestro patrimonio perdure”.
“Ustedes son los herederos de esta Odisea familiar. Así como Telémaco, el hijo de Odiseo, debió madurar y fortalecerse durante la ausencia de su padre, ustedes deberán estar preparados para asumir el mando del barco cuando llegue el momento. Deben aprender de nuestros errores y aciertos, y forjar su propio camino, guiados por los valores y la sabiduría que hemos cultivado a lo largo de los años”.
Lecciones de la Odisea Familiar
Ahora, mientras observo a la siguiente generación tomar las riendas, siento que he cumplido mi misión, como el héroe griego que regresa a casa después de sus aventuras.
Así como Odiseo, debemos ser astutos, valientes y perseverantes para poder preservar y transmitir nuestro patrimonio a las generaciones venideras. Enfrentaremos Sirenas que buscarán desviarnos de nuestro rumbo, Cíclopes que intentarán devorar nuestros esfuerzos, Dioses y Magos de los cuales tendremos que aprender o superar, para que al final y quizás de manera preventiva, no se comprometa el patrimonio y legado familiar construido a lo largo de los años.
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