SERIE "EL LEGADO EN JUEGO"
- Suárez Consultoría

- 31 jul
- 6 Min. de lectura
Las Reglas del Juego: ¿Cómo prevenir el caos y fomentar la confianza?
Sobre esta serie: La serie "El Legado en Juego" busca responder a las preguntas y desafíos que viven las familias ante el relevo generacional, ofreciendo herramientas y relatos que provoquen conversaciones más claras y productivas, y permitan a las familias diseñar su propio mapa de ruta en la construcción de un legado que trascienda el simple patrimonio.

El silencio que destruye:
Imagina una sala familiar donde nadie se atreve a mirar a los ojos al otro. Un primo con un portafolio lleno de papeles, una tía que apenas contiene las lágrimas y un abuelo que guarda silencio, mirando resignado por la ventana. Las miradas cruzadas están cargadas de viejas heridas y de un único pensamiento imposible de decir en voz alta: ¿Cómo llegamos a esto si antes todo era armonía?
En otro escenario, dos hermanos evitan verse, aunque trabajan en la misma empresa que construyó su padre, cada uno moviendo piezas a escondidas, temerosos de perder el control. Y en alguna propiedad rural, un rosario de primos se divide en bandos: unos insisten en vender, otros exigen conservar, pero nadie recuerda bien qué reglas acordaron cuando el abuelo aún decidía.
Estas escenas reales forman parte de muchas historias que se repiten en familias empresarias. El detonante suele ser el mismo: la ausencia de reglas claras. Una falta de acuerdos escritos convierte lo que era un legado familiar en un campo minado de malentendidos, disputas y desconfianza.
Historias reales de familias sin reglas:
Caso 1: "La administración invisible".- La familia González nunca imaginó que elegir al hermano mayor como administrador, sin un acuerdo formal, sería el inicio de sus pesadillas. Su experiencia y buena intención les auguraba éxitos y tranquilidad, así que jamás redactaron reglas para la toma de decisiones ni mecanismos de supervisión.
Poco a poco, algunos hermanos notaron movimientos extraños: inversiones dudosas "por recomendación de un amigo", préstamos a empresas poco solventes, compras de vehículos que nadie utilizaba. El ambiente se enrareció con murmullos y sospechas. El administrador, presionado, reaccionó a la defensiva: "Si no confían en mí, piénsenlo dos veces para la próxima".
La desconfianza alcanzó su punto máximo cuando, ante un revés financiero, unos exigieron auditoría externa y otros defendieron a su hermano. El resultado: tres años de pleitos legales, relaciones rotas y contaminadas que se extendieron a todas las generaciones y un patrimonio que acabó reducido sustancialmente.
Caso 2: "Votos en guerra".- En otra familia, todos tenían voto igualitario en las decisiones sobre los inmuebles heredados; sin embargo, al acercarse la venta de un terreno, seis primos se enfrascaron en una batalla de argumentos y alianzas: "Ese terreno era del abuelo, tiene valor sentimental, ¡no se vende!" "¡Pero necesitamos liquidez, no podemos conservarlo solo por nostalgia!".
Durante meses, las reuniones familiares se volvieron un campo minado de reproches y discusiones, donde los rencores arrastraron problemas del pasado. Al no haber reglas sobre quórum o métodos para destrabar votaciones, la oportunidad de venta se perdió cuando el comprador encontró una oferta más ágil y tranquila. Después de eso, varios primos dejaron incluso de invitarse a celebraciones, arruinando la unidad familiar que tanto había defendido el abuelo.
Caso 3: "La sombra del fundador".- La familia Rodríguez había crecido bajo el liderazgo indiscutible de su fundador, Don Mateo. Nadie cuestionaba sus decisiones; era respetado y temido por igual. Al fallecer, todos asumieron que uno de sus hijos seguiría "el ejemplo". Pero la ausencia de reglas claras sobre roles y procesos fue letal: los tres herederos comenzaron a tomar decisiones de forma unilateral, convencidos de interpretar correctamente la voluntad del padre.
Las desavenencias llegaron a tal nivel que uno de los hermanos filtró a la prensa rumores de una venta fraudulenta; otro contestó públicamente, y el tercero, cansado, vendió su parte sin avisar. El patrimonio se fragmentó y la reputación familiar quedó gravemente afectada, marcando el fin de una historia que pudo ser diferente con normas mínimas de gobernanza y comunicación.
Las reglas son puentes, no muros:
Ninguna familia sueña su historia para acabar separada por malentendidos; sin embargo, el silencio ante los temas difíciles actúa como una corriente subterránea: invisible pero capaz de erosionar los cimientos más sólidos. Poner reglas claras no significa levantar barreras frías ni construir alambradas; al contrario, significa tender puentes sobre las aguas de la incertidumbre.
Redactar acuerdos mientras todos están presentes —y las pasiones aún caben en la mesa— es un acto de amor. En ese gesto de sentarse, conversar y dejarlo todo por escrito está la verdadera fortaleza de las familias que trascienden generaciones.
¿Por qué ponerlo por escrito? Porque el olvido es traicionero y el paso del tiempo puede disolver incluso las intenciones más nobles. Porque toda familia merece caminar sobre terreno firme cuando el futuro apriete.
Los cuatro pilares de la gobernanza familiar:
1. Definir roles y responsabilidades: Toda familia empresaria navega mejor cuando cada uno conoce su lugar en la tripulación. Definir, desde el inicio, quién toma el timón no solo ordena la travesía, sino que previene choques innecesarios.
¿Quién tomará la administración cuando el abuelo ya no esté? ¿Quién será el faro que vigile y corrija el rumbo? Poner esto por escrito es asegurar la tranquilidad: cada quien sabe qué se espera de él y por cuánto tiempo. El sentido de pertenencia se fortalece cuando hay transparencia y propósito claro; la confianza es la brújula más fiel para enfrentar cualquier tormenta.
2. Establecer mecanismos de votación y desempate: Las decisiones compartidas son el corazón de una familia que perdura unida. Pero hasta los corazones enfrentan desacuerdos. Es aquí donde las reglas del voto y el desempate se vuelven vitales: mayorías simples y calificadas, quórums mínimos, todo vale siempre que todos lo comprendan y lo respeten.
Así, cuando el dilema se asome en la mesa, no será el azar ni el capricho quien decida, sino la estructura pactada con anterioridad. El respeto a estos métodos permite que cada voz cuente y que, incluso en el desacuerdo, la familia siga remando en la misma dirección.
3. Crear canales claros de información: Muchas heridas familiares surgen del rumor y el silencio. Por eso, abrir canales de información franca es esencial: informes periódicos, asambleas regulares, la posibilidad de acceder a documentos relevantes.
Son ventanas abiertas a la verdad, donde nadie tiene que adivinar ni suponer en secreto. Cuando la información fluye, la confianza se multiplica y las dudas se disipan antes de convertirse en tormentas. Compartir, preguntar y escuchar son las herramientas sencillas, pero poderosas, que mantienen viva la armonía.
4. Integrar instancias de mediación y resolución de conflictos: Toda familia, por sólida que sea, eventualmente enfrenta diferencias, pero convertir el conflicto en lección y no en ruptura es posible. Antes de que un tribunal decida por ustedes, vale la pena privilegiar la mediación: buscar ayuda, escuchar a un tercero, abrir espacios para el diálogo guiado.
La mediación —familiar o profesional— ayuda a que las heridas no se conviertan en grietas, y el respeto sobreviva aun cuando el consenso tarda en llegar. Así, la casa se vuelve refugio, no campo de batalla.
Beneficios tangibles de las reglas claras:
Las familias que se atreven a conversar, a escribir y a actualizar sus propios acuerdos son las que sobreviven a las tormentas. Un protocolo familiar bien estructurado genera:
Reducción de conflictos: Al tener procesos claros, se minimizan las interpretaciones subjetivas.
Mayor confianza: La transparencia fortalece los vínculos familiares.
Decisiones más eficientes: Los mecanismos establecidos aceleran la toma de decisiones.
Preservación del patrimonio: Se evita la dilapidación por disputas legales.
Continuidad generacional: Las reglas facilitan la transición entre generaciones.
Es tu turno: ¿Ya tendieron el puente?:
¿Han hablado ya, con sinceridad, sobre quién decide si un día la vida los pone a prueba? ¿Existe en tu familia un protocolo, aunque sea sencillo, que diga cómo actuar si el desacuerdo llega?
No temas iniciar esa conversación; no dejes que el azar y el silencio decidan por ustedes. Hoy —cuando todo está en calma— es el mejor momento para escribir juntos las reglas de su propio juego.
Toma la iniciativa para:
Convocar una reunión familiar: Programa una conversación inicial sobre la importancia de establecer reglas claras.
Documentar el proceso: Registra todas las decisiones y acuerdos alcanzados.
Buscar asesoría profesional: Considera la ayuda de expertos en gobierno familiar.
Revisar y actualizar: Programa revisiones periódicas de los acuerdos establecidos.
Referencias:
Lucas, Stuart E. (2012)
PwC (2021)
Williams, R.I., & Preisser, V. (2003)











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