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Serie: ¿La sucesión es un error de cálculo? Reflexiones para Empresas Familiares

Primera entrega: Dinero sin brújula La sala de juntas estaba como siempre: paredes cubiertas de diplomas y fotografías, una mesa larga de madera, el retrato del fundador colgado justo detrás de su lugar. Pero ese día, el aire no era igual.

 

El fundador, sentado en la cabecera, observó cómo su hijo mayor entraba tarde, con paso lento, sin la energía que él recordaba en sí mismo a esa edad. El joven se acomodó sin carpeta, sin notas, sin más gesto que un vistazo casual al reloj. Y entonces, la frase que el padre escuchó lo atravesó como un disparo inesperado: —Entonces… ¿cuánto nos dan este año?

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Treinta años de sacrificios parecían reducirse a una pregunta fría. Su mente retrocedió y comenzó a repasar lo que había quedado en el camino: viajes que nunca hizo para poder reinvertir en la empresa, hoteles que vio desde la calle pero no pisó porque prefería mantener el equipo funcionando, lujos que podría haberse permitido y que desechó para que el negocio creciera.

 

¿Valoraban realmente todo lo que él sacrificó? ¿O el dinero, al llegarles sin lucha, estaba apagando en ellos el deseo de construir?

 

El refrán que nunca tomó en serio.- Se recordó pensando en frases que había escuchado tantas veces: "A los hijos hay que darles un poco de hambre y de frío para que aprendan a buscarse la vida". Nunca creyó necesitarlo, pensó que el ejemplo bastaría. Hoy no estaba tan seguro.

 

Quizá había protegido demasiado. Quizás, al blindarlos del sacrificio, les había negado la oportunidad de descubrir su propio motor.

 

La ecuación de Modigliani que no enseñan.- En medio del murmullo de la reunión, su memoria lo llevó a una conversación de años atrás con un amigo empresario: "Recuerda, como dijo Franco Modigliani: la sucesión es un problema de cálculo".

 

Entonces pensó que se refería a números y porcentajes; hoy comprendía que el verdadero cálculo involucraba algo mucho más difícil de medir: ambición, propósito, vocación de servicio… y el riesgo fatal de que todo ese valor fuera exactamente cero.

 

La satisfacción que sus hijos nunca conocieron.- El fundador seguía mirando a su hijo, pero ya no veía al hombre joven que tenía enfrente; veía a un niño al que nunca le faltó nada, que pasó de bicicletas a motocicletas sin ganarse ninguna, que estrenó auto antes de entender cuánto cuesta mantenerlo.

 

Le preguntó mentalmente si alguna vez había sentido la satisfacción de pagar algo con dinero propio, ganado con el sudor de su frente. Esa sensación que a él lo había alimentado más que el lujo mismo: la de merecer lo que tenía.

 

El vacío dorado que nadie vio

Tres días después de aquella reunión que cambió su perspectiva, el fundador se encontró con su amigo de toda la vida, el Dr. Martínez, un psicólogo que había acompañado a varias familias empresarias en procesos similares. Era uno de esos encuentros casuales que terminan siendo más profundos de lo esperado.

 

—Te veo preocupado ¿Todo bien con la empresa? —preguntó el Dr. Martínez, mientras se acomodaban en una cafetería tranquila del centro.

 

—Es curioso que preguntes por la empresa y no por la familia —respondió el fundador con una sonrisa amarga—. Creo que ahí está justamente el problema.

 

El psicólogo arqueó las cejas, invitándolo a continuar.

 

—¿Te acuerdas de lo que hablamos hace años sobre darles "un poco de hambre y frío" a los hijos? Bueno, creo que les di todo lo contrario. Y ahora mi hijo mayor me pregunta "¿cuánto toca este año?" como si fuera un dividendo automático.

 

La anatomía de una trampa invisible.-

El Dr. Martínez asintió lentamente. —Ah, el famoso "vacío dorado". ¿Sabes qué es lo más traicionero de esta situación? Que desde afuera todo se ve perfecto. Tus hijos tienen educación, recursos, oportunidades... pero por dentro están experimentando algo que llamamos "anhedonia del logro".

 

—¿Anhedonia del qué?

 

—Es la incapacidad para sentir satisfacción por los propios esfuerzos. Imagínate: tu cerebro está diseñado para liberar dopamina no sólo cuando obtienes algo, sino durante la lucha por conseguirlo. Cuando eliminas la lucha, eliminas también la satisfacción.

 

El fundador recordó sus propias palabras: si su hijo "alguna vez había sentido la satisfacción de pagar algo con dinero propio, ganado con el sudor de su frente".

 

—Exacto —continuó el psicólogo—. Tú recuerdas "el sabor metálico de la preocupación por pagar la nómina el viernes". Esa ansiedad, aunque incómoda, era tu motor. Ellos nunca han tenido motor propio.

 

Cuando la abundancia se vuelve parálisis

—Pero doctor, ¿cómo puede ser malo que tengan todo resuelto?

 

—Porque desarrollan lo que Seligman llamó "indefensión aprendida", pero en versión de lujo. Normalmente, las personas dejan de intentar porque esperan fracasar. Tus hijos dejaron de intentar porque ya no necesitan esforzarse para obtener resultados positivos.

 

El fundador se quedó callado, procesando; abrió mentalmente el cajón de cifras que venía acumulando desde hacía años. Los estudios que había revisado cobraban nuevo sentido: "herencias superiores a 150 mil dólares producían en los herederos que bajasen su participación laboral entre un 11% y un 17%". No era pereza; era lógica psicológica distorsionada.

 

El Global Entrepreneurship Monitor confirmaba sus peores temores: los jóvenes que reciben riqueza tienen un 30% menos de probabilidades de iniciar un negocio propio, incluso con el mismo nivel educativo. Y el Pew Research Center había documentado algo que le dolía admitir: casi la mitad de los jóvenes con alto patrimonio cree que "trabajar duro" no es condición necesaria para una vida cómoda.

 

Solo un 29% prioriza cumplir metas propias por encima de mantener un legado heredado. El resto vive, metafóricamente, en una casa que no ayudaron a edificar.

 

El propósito perdido

—Viktor Frankl tenía razón cuando decía que "el sentido se encuentra en la responsabilidad hacia algo o alguien". Pero tus hijos han crecido en un mundo donde la responsabilidad es opcional. Todo está cubierto, todo está resuelto.

 

El fundador pensó en su "mayor temor": que sus hijos "desperdiciaran la oportunidad de construir algo que les perteneciera no sólo por derecho, sino por mérito".

 

—Exactamente. Sufren de "anomia existencial": tienen todos los recursos para actuar, pero carecen de las razones psicológicas profundas para hacerlo. Es como tener un Ferrari sin destino al cual llegar.

 

La transmisión generacional del vacío

—Lo que más me asusta, doctor, es pensar en mis nietos. Ya he visto empresas que quebraron en la tercera generación.

 

—Tienes razón en preocuparte. El vacío dorado se transmite generacionalmente como un virus silencioso. Cada generación que lo experimenta le pasa a la siguiente no solamente dinero, sino también la estructura psicológica disfuncional.

 

El psicólogo tomó un sorbo de café antes de continuar:

—Es un ciclo perverso: los padres que sufrieron carencias quieren que sus hijos "no pasen por lo mismo", pero al eliminar toda dificultad, crean una nueva forma de sufrimiento: la falta de propósito.

 

El antídoto: hambre y frío terapéuticos

—¿Entonces qué hago? ¿Los desheredo?

 

El Dr. Martínez sonrió. —No, hermano. Pero sí necesitas crear "escasez intencional". No se trata de quitarles recursos, sino de que tengan que ganarse el derecho a usarlos.

 

—¿Cómo así?

 

—Piénsalo como ejercicio para el alma. Así como los músculos se atrofian sin uso, la capacidad de esforzarse y valorar los logros también se atrofia. Necesitas crear desafíos controlados donde puedan experimentar la conexión entre esfuerzo y recompensa.

 

La urgencia del diagnóstico

—El problema —concluyó el psicólogo— es que el vacío dorado es invisible hasta que es demasiado tarde. Tus hijos pueden parecer funcionales, educados, capaces... pero internamente están experimentando pobreza motivacional.

 

El fundador asintió, recordando su reflexión sobre "el reparto del legado" como "un campo de batalla donde el dinero, las expectativas y el ego se enfrentarían a la historia y al amor familiar".

 

—La buena noticia —agregó el doctor— es que has detectado el problema antes de que se cristalice completamente. Todavía hay tiempo para intervenir, pero requiere valentía para conversaciones incómodas.

 

Los espejos que advierten

Recordó a aquel bodeguero vitivinícola que se quejaba entre tragos que sus hijos conocían de memoria cifras y proyecciones, pero jamás habían pisado un viñedo al amanecer. Cuando uno heredó el control, vendió el 60% de la compañía a un grupo extranjero antes de cumplir un año.

 

También pensó en la textil que quebró en la tercera generación. Bastó con que los nietos tomaran el timón, sin experiencia ni compromiso, para que el negocio se hundiera como un barco mal mantenido.

 

No eran historias lejanas; eran advertencias vivas que susurraban sobre su propio destino.

 

El cálculo que Franco Modigliani no explicó

La frase de Modigliani resonó de nuevo: "La sucesión es un problema de cálculo". Pero el cálculo, entendió, no comenzaba con balances. Comenzaba con un diagnóstico crudo de las personas llamadas a heredar.

 

¿Sería capaz de hablarles cara a cara sobre esto? ¿Podría poner sobre la mesa no sólo el patrimonio, sino las preguntas incómodas sobre su capacidad, su vocación y su deseo real de luchar?

 

Sabía que esa conversación no sería técnica, sino emocional. No serían cifras, sino verdades crudas que podían incomodar, herir… o despertar.

 

Herramientas de diagnóstico inmediato

Como fundador, se preguntó: ¿Cuándo fue la última vez que su heredero mostró iniciativa sin que se la pidiera? ¿Ha pagado algo significativo con dinero ganado por él mismo? ¿Conoce el costo real de mantener la operación?

 

Las señales de alarma eran evidentes: priorizar resultados financieros sobre procesos de crecimiento, no tener proyectos personales que requieran perseverancia, ver la empresa como fuente de ingresos y no como responsabilidad.

 

Su mayor temor no era que sus hijos desperdiciaran el dinero; era que desperdiciaran la oportunidad de construir algo que les perteneciera no solamente por derecho, sino por mérito.

 

El campo de batalla que se avecina

El reparto del legado no se iba a parecer a una firma de documentos; iba a ser un campo de batalla donde el dinero, las expectaciones y el ego se enfrentarían a la historia y al amor familiar.

 

Mientras reflexionaba sobre todo esto, el fundador decidió que en el próximo encuentro no hablaría de balances ni de dividendos. Hablaría de la enfermedad invisible que amenazaba no sólo su empresa, sino el alma de su familia, de valores, de propósito y de responsabilidad.

 

Porque si no, el reparto que se avecinaba sería sólo eso: una fragmentación de bienes… y quizás, el inicio del final.

 

Reflexión final: La pregunta ya no es si los hijos merecen heredar, sino si están dispuestos a ganarse ese derecho cada día. El cálculo sigue siendo un problema, pero el cálculo correcto comienza con personas, no con números.

 

¿Estás listo para esa conversación?

 

 

Referencias y Fuentes

-     Imbens, G., Rubin, D. & Sacerdote, B. (2001). "Estimating the Effect of Unearned Income on Labor Earnings, Savings and Consumption: Evidence from a Survey of Lottery Players". American Economic Review, 91(4), 778-794.

-     Frankl, Viktor E. El hombre en busca de sentido.

-     Global Entrepreneurship Monitor (2018). "Wealth, Entrepreneurship and Innovation: Evidence from High-Net-Worth Individuals".

-     Modigliani, Franco. Teoría económica sobre sucesión empresarial y cálculo financiero.

-     Pew Research Center (2020). "Attitudes Toward Work and Success Among Wealthy Youth".

-     Seligman, Martin E.P. Teoría de la indefensión aprendida aplicada a contextos de abundancia económica.

 

Conceptos psicológicos:

-     Anhedonia del logro: Incapacidad neurológica para experimentar satisfacción por esfuerzos propios en contextos de abundancia.

-     Anomia existencial: Estado psicológico donde se poseen recursos para actuar pero se carece de motivación profunda para utilizarlos.

-     Escasez intencional: Estrategia terapéutica que introduce desafíos controlados para restaurar la conexión esfuerzo-recompensa.

-     Vacío dorado: Síndrome psicológico caracterizado por la provisión excesiva de recursos sin requerimiento de esfuerzo correspondiente, resultando en desmotivación y pérdida de propósito.

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