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Motor sostenible de desarrollo: TNC impulsa la bioeconomía en el país

Los empresarios deben ver la naturaleza como un aliado estratégico capaz de sostener modelos de negocio competitivos, regenerativos.

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Bioeconomía Foto: Tomado de Genia Bioenergy La organización The Nature Conservancy (TNC), presente en Colombia desde hace casi cuatro décadas, ha enfocado sus esfuerzos en la conservación basada en la ciencia y la promoción de una economía que reconozca el valor de la biodiversidad como eje central del desarrollo. Así lo explicó Claudia Vázquez, directora de TNC Colombia, quien detalló que la entidad forma parte de una red global con presencia en 72 países y más de 7.000 empleados en todo el mundo. El trabajo de TNC en América Latina se inició en Ecuador y, posteriormente, en Colombia, convirtiéndose en una de las primeras regiones donde la organización consolidó su presencia fuera de Estados Unidos. Actualmente, TNC desarrolla proyectos en México, Brasil, Ecuador, Perú, Chile y Argentina, seis de los cuales son países catalogados como megadiversos, lo que representa un papel fundamental dentro de la estrategia global de conservación. Según Vázquez, el concepto de bioeconomía parte de la idea de construir un modelo productivo basado en la biodiversidad del país, pero de manera sostenible e innovadora. A diferencia del modelo económico lineal tradicional —que ha agotado los recursos naturales y acentuado las crisis climáticas, de biodiversidad e inequidad—, la bioeconomía busca aprovechar los recursos naturales sin comprometer su disponibilidad futura.


Colombia, siendo el segundo país más megadiverso del mundo, tiene la oportunidad de generar valor agregado a partir de su biodiversidad y de beneficiar directamente a las comunidades que la protegen”, señaló. La directora explicó que este modelo debe incluir a pueblos indígenas y comunidades locales como actores centrales, ya que han sido históricamente guardianes de los ecosistemas. Por ello, TNC promueve el concepto de sociobioeconomía, que busca generar beneficios económicos justos y equitativos, fortaleciendo la seguridad alimentaria y reduciendo las brechas de desigualdad.

El Plan Nacional de Desarrollo colombiano ya contempla una meta para impulsar este modelo: aumentar la participación de la bioeconomía del 0,8 % al 3 % del PIB nacional. Aunque la cifra parece modesta, Vázquez enfatizó que su cumplimiento equivaldría a posicionar el sector al nivel del agropecuario, que hoy representa cerca del 4 % del PIB. Sin embargo, reconoció que persisten desafíos como la ausencia de una política de Estado clara, la falta de incentivos económicos, la burocracia institucional y la escasa inversión privada, factores que dificultan la expansión del sector.

Para la experta falta coordinación entre las entidades públicas y confianza en el sistema financiero "para invertir en modelos productivos que, aunque nuevos, son más sostenibles y regenerativos”, explicó. Agregó que una economía basada en la biodiversidad no solo puede ser rentable, sino que también actúa como una herramienta de mitigación del cambio climático, al mantener ecosistemas sanos que garantizan agua, estabilidad del suelo y resiliencia ante fenómenos ambientales.

A nivel internacional, la bioeconomía aún está en desarrollo. Países como Brasil han avanzado con ejemplos como Natura Cosmetics, y Costa Rica ha vinculado el turismo de naturaleza a esta tendencia, aunque ningún país ha logrado aún una transición plena hacia una economía basada en su biodiversidad. En ese sentido, la directiva afirma que organizaciones como TNC generan un ambiente de confianza a los diferentes inversores para que se entienda que sí puede ser un futuro porque, además, “es un tipo de economía que no solamente puede ser puede llegar a ser muy productiva y lucrativa para Colombia, por la naturaleza que tenemos, sino que, al mismo tiempo, nos puede ayudar a mitigar muchos riesgos que el país está viviendo”.

En Colombia, TNC trabaja junto a empresas y comunidades en proyectos que materializan este concepto. Uno de los casos más destacados es el de Ecoflora, empresa con sede en Medellín que lleva más de 25 años apostando por la bioeconomía a través de la producción de tintes naturales para alimentos, como el azul de jagua, un colorante obtenido del fruto del bosque seco tropical. Este pigmento natural, reemplaza colorantes sintéticos altamente contaminantes y genera ingresos para comunidades locales comprometidas con la conservación de los bosques. Otro proyecto en marcha se desarrolla en el municipio de Solano, Caquetá, donde TNC trabaja con comunidades indígenas en la producción de bebidas a partir de frutos amazónicos como la canangucha. Estos productos, elaborados de manera participativa, buscan demostrar que es posible combinar rentabilidad con conservación y respeto por la cultura local.


Vázquez concluyó que el futuro de la bioeconomía en Colombia depende de la capacidad del país para acelerar la transición hacia modelos productivos circulares, que no solo eviten la degradación ambiental, sino que también regeneren ecosistemas. “No podemos repetir los errores del pasado —advirtió—. No se trata de transformar bosques en cultivos de moda, sino de aprovechar la biodiversidad sin destruirla. Hay innovación, hay tecnología y hay ejemplos que demuestran que sí es posible construir una economía donde la naturaleza y las personas ganen por igual”.


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